Cuenta la leyenda que en un pueblo rural vivía una joven llamada María. Venía de una familia pobre, pero era conocida en su pueblo por su belleza. Un día, un noble extremadamente rico viajó por su pueblo. Se detuvo en su camino cuando vio a María. María estaba encantada con él y a él le cautivó su belleza, así que cuando le propuso matrimonio, ella aceptó inmediatamente.
La familia de María estaba encantada de que se casara con una familia rica, pero el padre del noble estaba muy decepcionado de que su hijo se estuviera casando en la pobreza. María y su nuevo esposo construyeron una casa en la aldea para estar lejos de su desaprobado padre.
Finalmente, dio a luz a dos hijos. Su esposo siempre estaba viajando y comenzó a dejar de pasar tiempo con su familia. Cuando llegó a casa, sólo prestó atención a los hijos y, con el paso del tiempo, María pudo darse cuenta de que su marido estaba perdiendo el amor por ella. Un día, regresó a la aldea con una mujer más joven y se despidió de sus hijos, ignorando a María.
María, enojada y herida, llevó a sus hijos a un río y los ahogó en una furia ciega. Se dio cuenta de lo que había hecho y los buscó, pero el río ya se los había llevado. Días después, fue encontrada muerta en la orilla del río.
Desafiada a las puertas del cielo por el paradero de sus hijos, no se le permite entrar en la otra vida hasta que los encuentre. Atrapada entre la tierra de los vivos y los muertos, pasa la eternidad buscando a sus hijos perdidos. Siempre se le oye llorar por sus hijos, lo que le ha valido el nombre de “La Llorona”.
Se dice que si la oyes llorar, debes correr en sentido contrario. Si oyes sus gritos, podrían traer desgracia o incluso la muerte. Muchos padres en Guatemala usan esta historia para asustar a sus hijos y evitar que se queden hasta muy tarde.
La Llorona secuestra a los niños deambulando por la noche, confundiéndolos con los suyos. Pide perdón al cielo y ahoga a los niños que secuestra, las personas que dicen haberla visto dicen que aparece de noche o a última hora de la tarde en los ríos o lagos, vestida con una bata blanca o negra con un velo.
Algunos creen que los que oyen los lamentos de La Llorona están marcados por la muerte o la desgracia. Entre sus lamentos, se dice que grita: ¡Ay, mis hijos! Raspa el fondo de los ríos y lagos, buscando a sus hijos. Se dice que cuando sus lamentos suenan cerca, ella está realmente lejos y cuando suena distante, ella está realmente muy cerca.